UN NUEVO COMIENZO
viernes 8 enero 2021

UN NUEVO COMIENZO

Hemos concluido el 2020, probablemente el año más incierto, difícil y desafiante que nos haya tocado vivir como país y como planeta. 

Nadie imaginó cuando a fines del 2019 se comenzaba a escuchar sobre un nuevo virus que atacaba a China, que en sólo cuestión de meses el mundo entero estaría bajo una pandemia y que nuestras vidas cambiarían drásticamente de un momento a otro. Claro que no sólo nos veríamos afectados por la pandemia del Covid sino por todas las otras pandemias que vinieron aparejadas: la del temor, la de la soledad, la de la depresión...

Hemos sido testigos de un tiempo bisagra, en el que todos los cimientos del sistema, supuestamente inconmovibles, se vieron puestos en jaque. La economía mundial demostró su fragilidad, la ciencia su ignorancia, los gobiernos sus falencias, el Poder su debilidad. 

Ante tanta perplejidad, hemos comprobado una vez más que hay una sola Torre Inconmovible y que el mundo necesita conocerla con urgencia.

Hemos pasado prácticamente el año entero aislados, sin poder reunirnos en nuestras congregaciones y, sin embargo, la Iglesia se ha visto más activa y encendida que nunca. Los templos pueden haber estado cerrados, pero la Iglesia se abrió a lo nuevo y Dios respondió con milagros, señales y prodigios. 

Como Iglesia hemos sido desafiados a ayunar, a buscar intensamente Su presencia, a levantar nuestra voz, a ser la respuesta y el refugio que el mundo necesita. Si ha habido un año en el que se hizo notoria la necesidad de la Unidad del Cuerpo de Cristo, ese ha sido el 2020.

A través del Programa Seamos Uno y en un esfuerzo conjunto, hemos asistido a miles de familias en sus necesidades básicas proveyendo alimento y acompañamiento. 

Hemos levantado un Altar Nacional de Oración en el que semana tras semana experimentamos un tiempo glorioso de clamor y adoración conjunta.

Hemos realizado reuniones de oración en diferentes provincias en las que pudimos escucharnos, apoyarnos e interceder los unos por los otros.

También tuvimos la oportunidad de militar por la vida, manifestándonos masivamente y haciendo oír nuestra voz en el plenario de comisiones de la Cámara de Diputados. Proclamamos que en Argentina la Mayoría Celeste no quería el aborto, que se trataba de un proyecto inoportuno que lo único que lograba era dividir aún más a los argentinos.

Con muchísimo dolor presenciamos cómo los Diputados y Senadores optaron por sancionar el Proyecto de Legalización del Aborto. Vivimos un retroceso en Argentina, sentimos un atropello y que no fuimos escuchados. Pero nuestras convicciones no van a cambiar.  Ya no hay duda de que existe una mayoría celeste que lucha por la vida, y esta es la batalla que jamás se abandona. La vida siempre se abre camino, incluso en momentos de oscuridad. Seguiremos acompañando a las mujeres y cuidando de los niños y niñas. ¡La vida siempre triunfará!

Hemos comenzado un nuevo año, lleno de incertidumbres y expectativas. Nadie sabe con seguridad que sucederá con el Covid, con la vacuna ni con la economía. No sabemos si tendremos que volver a hacer cuarentena, si volverán las clases, si las congregaciones podrán mantenerse abiertas… Sí sabemos que pase lo que pase, vienen tiempos duros que requerirán radicalidad, en los que la Iglesia deberá brillar y ser la voz profética en medio del desierto.

Por eso declaramos una vez más que aunque tinieblas cubran la tierra y oscuridad las naciones, sobre nosotros amanecerá Jehová, será vista Su gloria y andarán las naciones a nuestra luz (Isaías 60: 2-3). 

Nos encomendamos en Sus manos sabiendo que Él ha sido fiel y jamás dejará de serlo. Avanzamos con esperanza, convencidos de que Dios hará grandes cosas en medio nuestro y, a través de su Iglesia, en todo el mundo. 

 

 

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