LA HISTORIA QUE PUEDE CAMBIAR EL MUNDO
viernes 17 febrero 2017

LA HISTORIA QUE PUEDE CAMBIAR EL MUNDO

Pero un grupo de hombres armados lo habían separado de sus padres, a él y a su hermano Niyo, de cuatro años, en el campo de refugiados y se extendía creciendo sin control en Goma, Zaire. Asustados, con hambre y confundidos, Ntaganira y Niyo eran parte de docenas de “niños no acompañados por adultos” a quienes se les había forzado a cruzar de nuevo la frontera dentro de Ruanda, donde sus padres corrían riesgo de ser asesinados si regresaban.

En mi trabajo con la Fundación Contra el Hambre, había pasado un día en Gisenyi con mis compañeros de trabajo y otros voluntarios, haciendo preguntas respecto al “panorama general”. Bajo los auspicios del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para Refugiados, estábamos llevando a cabo reuniones para discutir los asuntos respecto al flujo de personas, la provisión de alimentos, agua, cobijas, y mil y un detalles más, necesarios para “procesar” a un gran número de personas.

Entonces cometí el error de observar a Ntaganira. Una serie de preguntas incómodas me abofetearon el rostro como si fueran el aire helado de la noche. ¿Será que el “sistema” se hará cargo de él? ¿Se preocupará alguien de cuidarlo o se perderá en el montón? Repentinamente, el “panorama general” se disolvió convirtiéndose en personal. Con un nudo en el estómago, mire para otro lado.

Aquí, anhelando el refugio de los brazos de su madre, está un niño de dos años con hambre, no un número para ser “procesado”. ¿Quién lo va a cuidar? No. Esa no es la pregunta correcta. ¿Lo voy a cuidar yo? ¿Lo voy a cargar y abrigar con mi chamarra? ¿Abogaré por él con los militares de Ruanda y le encontraré alimento, agua y alojamiento?

Muchos nos hacemos la misma pregunta a diario. Ante tanta necesidad, mirando el mundo, las masas de refugiados, pobres y hambrientos, ¿Me voy a preocupar yo? Jesús dijo “A los pobres siempre los tendréis con vosotros”. Una pequeña mirada al mundo de hoy basta para comprobar que su observación era correcta. Lo sigue siendo aún después de dos milenios.

La pregunta es ¿Por qué? ¿Cuáles son las causas de la pobreza? La mayoría de los profesionales analizan este asunto desde un punto de vista social, económico o político. Yo lo analizo desde el punto de vista de las “historias”, no una obra de ficción, sino de las historias metafísicas que los pueblos cuentan respecto de si mismos. Los valores culturales y las creencias religiosas que determinan no sólo la forma en que piensan las personas, las comunidades y las naciones, sino también la forma en que viven.

La buena noticia es que, de las tantas historias metafísicas que determinan el mundo, hay UNA que motiva al desarrollo humano. Es LA Historia con mayúsculas. La verdadera Historia.  Los elementos básicos de esta historia incluyen a un Rey, Su reino, Sus administradores y su tarea.

El Rey es el personal, racional y moral Dios del universo. El reino es todo el orden creado, tanto físico como espiritual. Este reino, con las puertas abiertas para el Rey y Sus servidores, tiene leyes establecidas que rigen a sus administradores y la tarea que éstos llevan a cabo. Los administradores o siervos son todos los miembros de la raza humana, llamados a glorificar al Rey sirviendo en la casa de Su reino. Sin embargo, estos siervos se han rebelado en contra del Soberano, sumiéndose como consecuencia en la pobreza y la muerte…

¡Pero ese no es el final de la historia! Ya que todos los súbditos del Rey han sido dotados de manera singular y son individualmente importantes. Ellos deben administrar la casa del Rey, conservándola y al mismo tiempo haciendo que florezca o se multiplique la abundancia que el Rey ha depositado dentro de ella. Además, los siervos deben dar a conocer al Rey activamente y, a través de ese conocimiento, desarrollar el mundo y hacer progresar el reino.

La palabra griega para casa, “oikos”, nos ayuda a entender con mayor claridad la metáfora de la casa de Dios y nuestro papel dentro de ella. Algunas palabras derivadas de “oikos” incluyen ecología (el estudio de la casa), economía (la administración de la casa) y edificación (fortalecer o hacer prosperar la casa). Las tres esferas describen lo que Dios nos a llama a hacer como Sus representantes en la tierra. Este llamado es el propósito fundamental de Dios para nosotros.

Nuestra historia empezó en un jardín y terminará en una ciudad. Es una historia de gloria, de corrupción, de restauración, de desarrollo. Hay sudor y frustración, pero también hay progreso. Hay una historia que puede transformar la pobreza en abundancia, hay un conjunto de principios, una ética del desarrollo, que produce una tierra fértil para el desarrollo.

Nosotros somos quienes debemos darla a conocer.

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