FIDELIDAD A DIOS
Lo único que podemos ofrecerle a Dios es nuestra fidelidad. Dios nos da los talentos, Dios nos da los dones; Él nos da la salud, Él nos da la gracia; la sabiduría viene de Dios, uno la tiene que pedir y Él la dará abundantemente y sin reproche. Todo lo da Dios, lo único que aportamos nosotros, porque Él nos dio y nos creó con libre albedrío, es decir “Señor, sí, pongo mis manos en el arado y no voy a mirar para atrás”. Eso es lo que yo aporto; de hecho,
Pablo lo diría de esta manera en 2 Timoteo 2:13 (RV 95): “Si somos infieles, él permanece fiel, porque no puede negarse a sí mismo”. Es parte de Su naturaleza el ser fiel. Prometió en el momento en que Adán y Eva pecaron que enviaría Su Hijo, el fruto de la mujer (o sea su descendencia) herirá a la serpiente (Génesis 3:15). Ya desde ese momento Dios hizo la promesa, escogió un pueblo, escogió una familia y los instruyó en Sus caminos; lamentablemente ese pueblo le fue infiel muchísimas veces, y Dios le dio otra oportunidad y otra oportunidad, y otra oportunidad y los sacó del cautiverio y los sacó de la esclavitud y les mostró cómo tenían que hacer para acercarse a Él. Es lamentable: fueron infieles.
Por eso es que Salomón en su oración dice: “Si se convierten a ti de todo su corazón y de toda su alma en la tierra de su cautividad, donde los hayan llevado cautivos, y oran hacia la tierra que tú diste a sus padres, hacia la ciudad que tú elegiste, y hacia la Casa que he edificado a tu nombre; tú oirás desde los cielos, desde el lugar de tu morada, su oración y su ruego, ampararás su causa y perdonarás a tu pueblo que pecó contra ti” (2 Crónicas 6:38-39), Salomón también sabía que esa es nuestra naturaleza humana. Jesús buscaba discípulos que pudiesen ser fieles y vemos cómo trató con uno que le respondió: “Eh… tengo que hacer aquello…”, y “eh… mis padres”, “eh…” y… “eh… me gustaría, pero…”; y lamentablemente gente altamente calificada (escribas, doctores de la ley, hasta un joven rico que estaba en un puesto de autoridad), pero ninguno estuvo dispuesto a esa verdadera fidelidad y a pagar un precio.
Quiero hablarte de ser fiel en cuatro áreas que forman un acróstico con la palabra VOTO.
V: FIELES EN VENIR A LA PRESENCIA DE DIOS
Puede ser en tu culto privado, en tu tiempo de devoción, leyendo La Palabra. Venir a la presencia del Señor a través de un tiempo de oración; durante la semana dedicarle un día a venir a la presencia del Señor estando en ayuno, dejando ese tiempo que usarías para comer a fin de estar en intimidad con el Señor. Asistir a la Iglesia regularmente, no faltar a la Célula, participar de eventos especiales.
El autor de la Carta a los Hebreos lo diría de esta manera: “Considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras, no dejando de congregarse -y se ve que ya había algunos cristianos así en que aquella época porque dice- como algunos tienen por costumbre” (Hebreos 10:24-25). Creo que esa costumbre se sigue contagiando hasta el día de hoy. “Ah, yo busco a Dios a mi manera… Yo no necesito estar en comunión con los hermanos… Yo amo al cristianismo, lo que odio son los cristianos”. No, no, no, la Palabra de Dios dice que te tienes que congregar, como parte del cuerpo de Cristo, al menos una vez a la semana, el cuerpo tiene que estar todo junto.
“Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad; pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado” (1 Juan 1:6-7). Que sea tu hábito, tu costumbre, el vivir esa vida de comunión, congregarte, ir a la iglesia, tener ese tiempo de intimidad con el Señor; el culto público y el culto privado; vivir una vida en intimidad con Él. Que ese sea tu primer voto, el decirle al Señor: “Señor, voy a venir a Tu presencia regularmente; me comprometo en el Nombre de Jesús.
O: FIELES EN LA ORACIÓN
Hablar con Dios, estar en ese diálogo constante con Dios, así como estaba el diálogo que tenían Adán y Eva en el principio cuando Dios se les aparecía en el fresco de la tarde y hablaba con ellos. Lamentablemente (Génesis 3), ellos caen en pecado y terminan escondiéndose de la presencia del Señor. Algo que todavía practicamos, eso de no acercarnos a la presencia del Señor.
Todos los días es necesario buscar a Dios y recibir de Él instrucciones divinas. Pablo nos exhorta en 1Timoteo 2:1-2: “Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres; por los reyes y por todos los que están en eminencia, para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad”. Acá Pablo menciona clases de oraciones, habla de motivos de oraciones, habla de beneficios que logro cuando dedico este tiempo a buscar, a orar y a dialogar con el Señor, hasta añade: “Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador, 4 el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad. Otro motivo de oración más. 5 Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, 6 el cual se dio a sí mismo en rescate por todos, de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo” (vs. 3-6). Y dice, concluyendo el versículo 8: “Quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar, levantando manos santas, sin ira y sin contienda”.
Qué importante era para Pablo vivir esa vida de oración. De hecho, podemos ver en Efesios 1, Efesios 3 y en otros lugares de sus epístolas, cómo él escribe las oraciones que hacía por esa congregación a la que se estaba dirigiendo. Él entendía que había poder en la oración y hasta les pide a la iglesia estando en la cárcel que estén: “orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos; y por mí, a fin de que al abrir mi boca me sea dada palabra para dar a conocer con denuedo el misterio del evangelio, por el cual soy embajador en cadenas; que con denuedo hable de él, como debo hablar” (Efesios 6:18-20).
T: FIELES EN TESTIFICAR
Dios nos sacó de las tinieblas en las que nos encontrábamos y nos llevó a Su luz admirable dice 1 Pedro 2:9-10: “Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable; vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia”, es contarles a otros lo que Cristo ha hecho en mí.
Honestamente, ¿quién puede argumentar en contra de lo que Dios hizo en cada uno de nosotros? En los programas de televisión que tenemos muchas veces hay gente que testifica: “Yo era drogadicto… Yo era una prostituta… Yo me cortaba todo porque me sentía indigno…”, y Dios hizo un cambio, hizo una transformación en esas vidas. ¿Qué argumento hay en contra de los hechos, de la obra de Dios en cada uno de nosotros?
Para testificar no necesito tener un título teológico, tampoco necesito haber cursado Apologética para defender mi fe ni Hermenéutica para expresarlo bien; simplemente con ser sincero y contar, y darle gloria a Dios por lo que Él hizo en mi vida, es suficiente.
Ese es mi desafío para cada uno de nosotros, hacerlo -como diría Pablo- “a tiempo y fuera de tiempo” (2 Timoteo 4:2), porque no podemos callar y hablar de lo que Dios ha hecho en cada uno de nosotros. La Palabra de Dios dice en 2 Timoteo 4:5: “Pero tú sé sobrio en todo, soporta las aflicciones”, eso es parte del testimonio que muchas veces no nos damos cuenta que estamos presentando; el mantenerme sobrio, vivir una vida de testimonio, el reaccionar de una manera correcta ante las adversidades y soportarlas es predicar a través de mis hechos y no de mis palabras.
Luego también dice: “Haz obra de evangelista”. ¿Qué es ser evangelista? Es proclamar las buenas nuevas, la noticia maravillosa de que Cristo murió por todos los que me conocen y que también ellos lo pueden conocer. “haz obra de evangelista -y dice- cumple tu ministerio” porque Dios tiene un ministerio para cada uno de nosotros.
O: FIELES EN OFRENDAR
La Palabra de Dios, en muchas oportunidades, dice que tengo que honrar a Dios con mis diezmos y con mis ofrendas. Algunos ejemplos: Deuteronomio 12, lo estoy leyendo en la Nueva Traducción Viviente (NTV) versículo 4-6a: “No adores al Señor tu Dios de la manera en que esos pueblos paganos rinden culto a sus dioses. Más bien, busca al Señor tu Dios en el lugar de adoración que él mismo elegirá entre todas las tribus, el lugar donde su nombre será honrado. Allí llevarás tus ofrendas” y menciona siete ofrendas diferentes, y declara (v. 7): “Allí, en la presencia del Señor tu Dios, (lo ofrendarás) y te alegrarás por todo lo que hayas logrado gracias a la bendición del Señor tu Dios”.
Proverbios 3:9-10 declara: “Honra al Señor con tus bienes y con las primicias de tus cosechas. Tus graneros se saturarán de trigo, y tus lagares rebosarán de vino” (RVC). Jesús les decía a Sus seguidores: “Vended lo que poseéis, y dad limosna; haceos bolsas que no se envejezcan, tesoro en los cielos que no se agote, donde ladrón no llega, ni polilla destruye. Porque donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón” (Lucas 12:33-34).
Creo que cada uno de nosotros, al honrar al Señor -con los recursos, con nuestros bienes, con nuestras ofrendas, con las primicias, con los votos que hacemos al Señor- indirectamente le estamos dando parte de nuestra vida. Porque dedicamos nuestra vida, nuestro tiempo, nuestros talentos, nuestros conocimientos, justamente para lograr esos recursos. Y desde el momento en que tomo de mis recursos y se los doy al Señor, le estoy dando mi esfuerzo, mi trabajo y mi sudor; mi vida le doy indirectamente al darle esa ofrenda.
Tendríamos que tener cada uno de nosotros el corazón que tuvo Pablo. Él le escribe a la iglesia de Corinto y le dice: “He aquí, por tercera vez estoy preparado para ir a vosotros; y no os seré gravoso, porque no busco lo vuestro, sino a vosotros, pues no deben atesorar los hijos para los padres, sino los padres para los hijos. Y yo con el mayor placer gastaré lo mío, y aun yo mismo me gastaré del todo por amor de vuestras almas, aunque amándoos más, sea amado menos” (2 Corintios 12:14-15). Que podamos seguir el ejemplo de Pablo, que gastó todo lo que tenía y todo lo que poseía y su misma vida se gastó para que otros tengan el conocimiento del Señor. Hoy, te bendigo y declaro que vas a vivir una vida de fidelidad viniendo al Señor, hablando con el Señor, hablando del Señor y honrando al Señor con todo lo que hagas. Lo declaro en el Nombre de Jesús. Amén y amén.