EL NIVEL MORAL DE LA NACIÓN
domingo 31 julio 2016

EL NIVEL MORAL DE LA NACIÓN

Diariamente enfrentamos diferentes estados de crisis que nos llevan a anhelar tiempos mejores. Pero todos sabemos que esto no será fruto de una casualidad mágica, sino de la consecuencia del trabajo arduo y la honestidad de nuestros líderes.

Seguramente usted coincidirá conmigo que el nivel moral de una nación está íntimamente relacionado con el nivel moral de su liderazgo. Por cierto, la mayoría de los modelos que hoy conocemos en todas las áreas de la sociedad se destacan por lo que tienen y no por lo que son. Solo basta con mirar las tapas de las revistas de actualidad, los diarios o los programas de televisión para corroborarlo.


Argentina necesita una generación de líderes fundados en el respeto, la cultura del trabajo, la honestidad, la fidelidad, la fe, el amor y la misericordia, seguramente usted podra agregar una lista de otros principios. Estos valores cuando son internalizados se convierten en virtudes que pueden sustentar a una persona, a una familia y a una Nación. Los valores son el ancla que ayudan a soportar los problemas. Pero al igual que las leyes espirituales y naturales, transgredirlas trae graves consecuencias.


Frente a la desilusión que los políticos han causado en nuestra sociedad, nos damos cuenta que Argentina necesita como nunca antes, líderes que se atrevan a ser modelos de integridad. Usted y yo sabemos que lo malo es malo sin importar quién lo haga. Pero los líderes que tienen una vida pública y una alta exposición, tienen mayor responsabilidad de desarrollar altos niveles morales y de conducta ética en la vida privada y pública. Porque como dice la Biblia: «A todo aquel a quien se haya dado mucho, mucho se le demandará».


Además, el carácter moral de un líder influye fuertemente en los que están por debajo de él, particularmente en la juventud. Probablemente se ha preguntado la causa de tantos embarazos tempranos, del aumento de la violencia y la drogadicción en los colegios y la creciente ola de inseguridad. Una de las razones, es por la escasez de modelos positivos a seguir. Porque nadie es una isla, y quieran o no, los líderes se convierten en modelos que afectan con su comportamiento a la sociedad.


La moral del líder también afecta la forma en que realiza su trabajo. Si miente constantemente en su vida privada, ¿Cómo cree que se desempeñará en la vida pública al dar su palabra ante las promesas a sus seguidores? Pues no existe una pared divisoria entre la vida pública y la vida privada de un líder, llámese politico, empresario, religioso, deportista o actor.


Argentina requiere de líderes íntegros, que se atrevan a ser modelos de honestidad y respeto hacia el pueblo que representan. Así como lo fue Salomón, uno de los reyes de Israel más reconocidos de la historia, que al presidir su nación no le pidió a Dios más recursos ni soldados sino sabiduría para gobernar justamente. Y Dios le dijo que como no había pedido riquezas, bienes y gloria, sino sabiduría y ciencia, entonces no solo le daría eso sino también todo lo demás.


Necesitamos un renacer moral y espiritual en nuestra Nación. No alcanza sólo con mejorar en el área económica o social. Algo debe de nacer desde lo más íntimo del ser humano para que suceda un cambio radical.
Cuando los congresistas de 1853 redactaron la Constitución Nacional, se dieron cuenta de que era necesario incluir en el Preámbulo la siguiente cobertura espiritual: «Invocamos la protección de Dios, fuente de toda razón y justicia».


Hoy nuevamente necesitamos la ayuda de Dios, para que todo sea diferente. Por eso debemos imperiosamente volver a la fuente de la fe, aquella misma a la que recurrieron los padres de la patria para construir una Nación libre, justa y soberana.

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