BUSQUEMOS LAS COSAS DE ARRIBA
Cuando busco las cosas de arriba y me siento a la derecha de Dios, a ese lugar de honor que Dios me da, todo es puesto por estrado de mis pies (Efesios 2:6) y todo lo que el diablo me quiera tirar, todas las debilidades y tentaciones que me afectaban tanto y que parecía que estaba bajo las circunstancias, ahora van a estar como escalón de mis pies, van a estar debajo de la suela de mis zapatos. “Poned la mira en las cosas de arriba, no en las cosas de la tierra porque habéis muerto, y vuestra vida (y esto es maravilloso) está escondida con Cristo”. Y además dice que, aparte de estar escondida, estoy “en Dios”; hay un muro y un antemuro alrededor de mí, porque estoy “con Cristo y en Dios”.
¡Qué maravilloso es estar en Cristo! Todo lo que obtengo por “estar en Cristo”; te sugeriría leer Efesios 1 de esa manera: cada vez que dice “en Cristo” o “en Él” o “en Jesús” fíjate qué beneficio te promete Dios cuando te dejas rodear por la presencia de Cristo, del Señor, de Jesús; verás que tenemos herencia, que fuimos creados para la alabanza de Su gloria, que tenemos redención, todo por “estar en Cristo”. Pero no solo dice “en Cristo”, también “en Dios”, como que estoy doblemente rodeado, con muro y antemuro -como te decía- para que cualquier ataque, cualquier dardo del enemigo no penetre; solo si yo salgo de Cristo y me salgo de Dios, seré blanco fácil para el enemigo.
“Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria” (vers. 4). Acá Pablo vuelve a insistir en cómo me tengo que conducir, la actitud que debo tener; dice: ‘hagan morir lo terrenal en ustedes’ (vers 5a) y empieza la lista “fornicación, impurezas, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría” (vers. 5b). Cuando leí esto por primera vez a principio de mes (que la avaricia es idolatría), me pregunté cómo puede ser que la avaricia sea idolatría y me puse a orar: Señor, muéstrame cómo puede ser esto que la avaricia es idolatría. Lo que hizo el Señor fue mostrarme una imagen de mí mismo, me trajo a la memoria el momento en que habíamos ido al centro comercial ese fin de semana y yo vi en una vidriera un televisor. No te imaginas lo que era ese televisor… faltaba que camine y que hable… era gigante, una definición increíble, tenía toda clase de avances tecnológicos; yo me veía ahí hipnotizado por este aparato, se me ‘hacían agua’ las manos por agarrar el control y empezar a tocarle todos los botones; ya me imaginaba sentado viendo el mejor partido de tenis (me encanta este deporte). Así me vislumbraba, observando cada detalle en ese televisor y el Señor me dice: ¿Y eso no es avaricia? ¿Y eso no es idolatría? Ese televisor que estaba deseando tanto se estaba convirtiendo en un ídolo. Qué rápido… por una actitud nos perdemos todo lo que Dios tiene para nosotros.
Algo que me sorprendió durante un tiempo de ayuno que tuvimos en mi congregación recientemente es que perdí el interés por estar frente al televisor; no estoy diciendo que me determiné “este mes voy a ayunar televisión”; no fue así, pero el Señor se convirtió en tal pasión para mí que uno de los días esperando la transmisión de radio me senté frente al televisor, lo encendí (había una noticia muy interesante del deporte alguien que había batido un record y demás) pero no me llenó; a los cinco minutos lo apagué y me puse a adorar al Señor, a pasar un tiempo maravilloso en intimidad con Él; dejé las cosas terrenales y puse mi mirada en las cosas de arriba. Creo que eso es lo que Dios nos está llamando a hacer, a dejar lo terrenal, a dejar lo mundanal, a dejar de prestar atención a las cosas que hoy están y mañana van a desaparecer.
Aquello que es eterno, aquello que es perenne, que es duradero, pongamos nuestra mirada en las cosas de arriba; dejemos de enfocarnos en las cosas o de afanarnos por las cosas de acá; pon tu mirada en lo que es eterno. Esa relación con tu cónyuge, el ser un verdadero padre, una verdadera madre para tus hijos, el poder invertir un legado en ellos es muchísimo más importante que lo que todo este mundo nos pueda ofrecer. Que hoy tomes esa maravillosa decisión de poner tu mirada en las cosas de arriba, recuerda que estás “en Cristo” y “en Dios” y que allí en el hueco de la mano del Señor, Dios te quiere guiar y te quiere llevar a un propósito y a un destino glorioso.
Que hoy renunciemos a lo terrenal y que podamos anunciar eso eterno que Dios tiene para cada uno de nosotros. Eclesiastés (3:11) dice que ‘Dios puso eternidad en nuestros corazones’.
Que se manifieste lo eterno, la eternidad en todo lo que hagamos, en todo lo que digamos.
Señor, yo hoy determino hacer morir lo terrenal en mi vida: fornicación, impurezas, pasiones desordenadas, malos deseos, avaricia, la idolatría, la ira. Señor, hoy renuncio a eso; no voy a mentir, no voy a ofender; voy a vivir como verdadero embajador Tuyo. Señor, voy a llenarme de Tu naturaleza; como hijo Tuyo voy a vestirme de amor, de misericordia entrañable, de humildad; voy a llenarme de mansedumbre, de paciencia; voy a tolerar a los demás; voy a vivir perdonando de la misma manera que Cristo me perdonó -y sobre todo- me colocaré el amor que es el vínculo perfecto. Ayúdame a hacerlo, Señor; te lo pido en el nombre de Jesús. Amén y amén.