40 DÍAS PARA SANTIFICARNOS
miércoles 30 agosto 2017

40 DÍAS PARA SANTIFICARNOS

Cuántas expectativas me provocan estos 40 días de ayuno por nuestra Nación, que a la vez serán de gran ayuda para nuestro crecimiento y madurez espiritual. Sin dudas será un tiempo que marcará nuestra vida como personas, como familia y como congregación, ya que siempre que destinamos tiempo para buscar a Dios somos transformados por su presencia.

Nos unimos a miles de personas que van a estar orando y clamando por Argentina. Esto desatará la mano poderosa de Dios, que marcará un antes y un después en nuestras vidas.

Es un acontecimiento histórico y profético donde la Argentina será llena de la Gloria del Señor.

Sin darnos cuenta, vamos adquirir nuevos hábitos, que van ser parte de nuestra vida. Por un lado, vamos a lograr ayunar al menos una vez por semana y por el otro, vamos a poder tener devocionales todos los días y comenzaremos a Santificar nuestro ser para que Dios pueda usarnos.

Levítico 10:3 dice: “Entonces dijo Moisés a Aarón: Esto es lo que habló Jehová, diciendo: En los que a mí se acercan me santificaré, y en presencia de todo el pueblo seré glorificado. Y Aarón calló.” (RVR60).

Estos serán días para santificarnos. Santificar es limpiar, debemos quitar la basura espiritual que ocupa espacio en nuestro corazón, que juegan en contra de nuestro espíritu. La basura hay que sacarla y este es un buen momento para hacerlo.

Dios en estos 40 días va a santificarnos, para comenzar a experimentar grandes proezas que el Señor hará por medio de nuestras vidas. En este comienzo Dios te quiere dar una Palabra que te acompañe durante estos 40 días. “Acércate a mí y Yo me glorificaré en tu vida”.

Debemos iniciar un proceso de acercamiento a Dios. En algunos momentos de nuestra vida experimentamos situaciones que nos apartan del Señor y nos enfrían. Pero cada día Él nos llama a comenzar el proceso de regreso. En estos días vamos a sentir que nos acercamos a Dios.

l tener un libro que nos guíe, nos ayuda a incorporar una disciplina de oración.

En su Palabra, Dios afirma que si nos acercamos a Él, Él se acercará a nosotros: “Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones.” (Santiago 4:8).

El Señor nos dice que si nos acercamos dando un paso, Él da un paso. Si damos dos pasos, Dios da dos pasos; si corremos a Él, el correrá a nosotros. Yo regulo la intensidad para acercarme a Dios. Él siempre está dispuesto y está esperando nuestra iniciativa.

Muchos de los autos de antes tenías un solo asiento delantero. En cierta ocasión la mujer le dijo a su esposo, “¿te acordás cuando íbamos apretaditos juntos? y ahora vamos separados, uno en cada punta…”. El hombre la miró y le dijo “yo siempre estuve en mismo lugar”. Somos nosotros los que nos vamos alejando. Nosotros marcamos el ritmo para acercarnos a Dios.

Si nosotros no dejamos lo que nos detiene en la búsqueda de Dios, no veremos la obra total del Señor en nuestras vidas.

La Biblia dice “todos pecamos”, y esa palabra es para nosotros y parte del proceso de santificación es apartar tiempo para limpiarnos.

Debemos limpiar las manos, esto es con las cosas que tomamos compromiso, a quién le damos la palabra. Debemos revisar en qué andamos, cómo andamos, en qué nos metimos. Santifiquemos todo lo que hagamos.

Mateo 18:8-9 dice “Por tanto, si tu mano o tu pie te es ocasión de caer, córtalo y échalo de ti; mejor te es entrar en la vida cojo o manco, que teniendo dos manos o dos pies ser echado en el fuego eterno. Y si tu ojo te es ocasión de caer, sácalo y échalo de ti; mejor te es entrar con un solo ojo en la vida, que teniendo dos ojos ser echado en el infierno de fuego.”

Esta palabra no es literal, es una secuencia, hay que cortar “la mano, el pie y el ojo”. Primero veo, luego voy y tomo compromiso. Así se da luz al pecado. No es tentación el pecado, pero si tomo una iniciativa de seguir ese pecado, me he comprometido. Ante el pecado hay que tomar decisiones terminantes: si hay malas decisiones, negocios o amistades que nos llevan al pecado, hay que contarlos. Hablamos de una santidad práctica, de decisiones determinantes ante lo que nos afecta espiritualmente.

Santifiquemos las manos y nuestros corazones, como dice en Santiago 4:8. “Jehová le dijo a Samuel: Yo no miro lo que mira el hombre, yo miro el corazón”. Dios nos mira tu vestimenta o tu cuerpo, Él mira tu corazón. Hay pecados que se exteriorizan en las manos, como golpear o robar. Pero hay pecados que son del espíritu, como la envidia. Si santificamos las manos pero no el corazón, es como tener un auto con chapa y pintura impecable pero con el motor fundido.

Debemos purificar las motivaciones: “¿por qué quiero más dinero?”, “¿qué quiero demostrar ante los demás?”. En el corazón se anida el odio, el resentimiento, la amargura; hay que purificar nuestro corazón. Efesios dice: “no se ponga el sol sobre vuestro enojo” ¿Por qué lo dice? Porque allí nace una raíz de amargura. Los frutos responden a las raíces de las personas, las acciones de las personas nos revelan el corazón de las personas. También podemos ver raíces renovadoras, donde el Espíritu Santo hizo una obra transformadora y tiene frutos de amor, de fe, de paciencia.

Mateo 5:8: “Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios”.

Los de limpio corazón verán a Dios actuar. Es una decisión personal. Lo debemos hacer todos los días, no importa quién seamos.

Así como sacamos la basura todos los días, todos los días tenemos que orar para ser limpios por completo. El acercarnos a Dios, es para que Dios se manifieste

Mateo 17:1 “Seis días después, Jesús tomó a Pedro, a Jacobo y a Juan su hermano, y los llevó aparte a un monte alto”

Nos vamos a apartar con Dios, ayunemos de alimentos, pero también practiquemos otros ayunos, como el ayuno de redes sociales. Apartate del ruido, de las interrupciones, del teléfono, del celular, de la computadora y de los afanes de este mundo. Buscá a Jesús.

Estos 40 días serán como un empujón, como cuándo se nos queda el auto, necesitamos ayuda para arrancar. Arranquemos a amar al Señor, a predicar, a abandonar el pecado, a buscar a Dios como nunca antes.

Así como Jesús se manifestó a Pedro, Jacobo y Juan en el monte de la transfiguración, Dios desea mostrarse en tu vida con todo su poder, con todo su amor y con toda su gloria. Conocerás al Señor como nunca antes, porque tomaste esto en serio. Porque te comprometiste a verlo manifestado.

Aprenderás a crecer en la intimidad con Dios, te vas a enamorar de Jesucristo.

Una cosa es hacer las cosas obligatoriamente; es tedioso, incómodo. Pero cuando nace del amor, todo es más fácil y lo harás con ganas y será más profundo el enamoramiento.

Que nada compita, que sea una fuerza de atracción para verlo en intimidad, para seguirlo más que nunca. El Espíritu Santo quiere despertar un hambre como nunca antes hemos tenido. Un amor más profundo como nunca antes sucedió.

Cuanto más lo conozcas, más desearás estar con Él; cuanto más te acerques, más vivirás una vida de santidad; cuanto más te enamores, más desearás agradarle en todo.

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