SIENTA, PIENSE… LUEGO ACTÚE
domingo 19 marzo 2017

SIENTA, PIENSE… LUEGO ACTÚE

Cuando tratamos de adelantar el tiempo y no alimentamos nuestra vida con los pensamientos correctos, podríamos perder la paz. Por esta razón, es mejor vivir intensamente el presente, aprender de las experiencias pasadas y soñar con el futuro a partir de la fe y la esperanza. Para lograrlo debemos aprender a conducir nuestros sentimientos con el pensamiento correcto y la mejor actitud.

Si aprendemos a manejar nuestras emociones y a encausarlas adecuadamente, tendremos una mejor calidad de vida, menos estrés y disfrutaremos más a quienes amamos, lo que tenemos y lo que hacemos.  Por esta razón, hacer pausas para pensar, ordenar las ideas, interpretar nuestros sentimientos y definir una ruta a seguir, es la mejor forma de encarar la vida.

Actuar apresuradamente en función de lo que sentimos, no es lo más recomendable, es necesario conducir nuestros sentimientos a partir del análisis frío que nos permite tomar en cuenta las consecuencias de nuestras decisiones. Es en medio de esta reflexión que es bueno buscar el consejo de personas sabias que puedan orientarnos a considerar otras opciones y escenarios que no habíamos contemplado anteriormente. Las emociones nos impulsan, la reflexión nos guía.

Todos quisiéramos desarrollar la intuición necesaria para actuar en función de lo que sentimos, porque nos parece que hay persona a las que les funciona, pero no siempre es así. Si deseamos tomar sabias decisiones, conducir nuestras emociones y vivir en paz, debemos vivir procesos que nos permitan añadir sabiduría a los sentimientos y hacer pausas que nos conduzcan a tener conciencia de lo que estamos experimentando.

La preocupación surge de pensamientos que alimentan imágenes negativas en nuestra mente, porque creemos no poder manejar o hacerle frente a la información que hemos recibido. El cerebro es extraordinario: tiene la capacidad de imaginar lo que nos están narrando, despertando ilusión, alegría o bien preocupación y ansiedad. Por esta razón, debemos aprender a tener pensamientos correctos y a manejar nuestros sentimientos. No trate de adelantar los acontecimientos, si lo hacemos podríamos iniciar un viaje de temor, ansiedad y angustia.

Lo que le ocurre a otras personas no necesariamente nos ocurrirá a nosotros, y lo que experimentamos en el pasado no tiene porque seguir controlando nuestro presente.

Debemos aprender a canalizar la información que recibimos, de tal forma que produzca el efecto correcto en nuestras emociones, es decir, esperanza, alegría y ánimo. Tendremos tensión si dejamos que la preocupación nos conduzca, pero buen ánimo si alimentamos correctamente lo que pensamos.

Si nos informamos adecuadamente, erradicamos los pensamientos dañinos y decidimos vivir en función de nuestras convicciones, será más fácil erradicar el temor, la ansiedad y la angustia.

Mantener la calma, enfriar las emociones, reflexionar antes de actuar y buscar el consejo de buenos amigos, es lo que nos guía a decisiones sabias y a vivir con paz y tranquilidad.

Si aprendemos a retener la alegría y a encontrar el lado bueno de las cosas, tendremos un mayor nivel de felicidad. Por eso, aléjese de ambientes contaminantes, de personas tóxicas, de mensajes pesimistas y de pensamientos caóticos. La vida es bella y debemos aprender a vivirla en esta dimensión, esto lo logramos cuando mantenemos intacta nuestra capacidad de soñar, somos agradecidos, apreciamos el gesto amable y nos dejamos amar.

Una persona alegre lo evidencia en su mirada, en el trato cálido, que tiene con los demás y en su estado de ánimo. Por eso, alimente los pensamientos que le producen alegría, paz, ánimo y esperanza. Son los pensamientos correctos los que deben conducir nuestras emociones, los que producen paz, esperanza, ánimo y nos proyectan en el tiempo.

Aunque la situación sea difícil y las noticias no sean alentadoras, podemos mantener un buen ánimo si hacemos prevalecer la fe, la esperanza y el recuerdo de las cosas que hemos superado en el pasado. Porque el pasado es fiel testigo de que en medio de la tormenta hemos visto que la perseverancia y el espíritu de lucha nos han hecho superar la adversidad. Son los momentos difíciles los que forman el carácter, nos acercan a Dios y nos permiten valorar a la familia.

Pensar negativamente nos seduce, porque es lo más natural, pero si luchamos por alimentar el pensamiento correcto, nos nutrimos emocionalmente con el abrazo del amigo y perseveramos en lo que nos inspira, saldremos más firmes en nuestras convicciones, porque retendremos la paz y haremos crecer la ilusión.

Nos roba la paz ser perfeccionistas, alimentar el chisme, juzgar a las personas, escuchar noticias deprimentes y quejarse constante. Por esta razón, debemos aprender a huir de lo que nos roba la fuerza, alimenta el temor y nos hace vivir viajes de angustia. Todo inicia con la valentía de combatir los pensamientos tóxicos, distanciarse de las personas dañinas y alejarnos de los ambientes que nos lastiman. Debemos ser intencionales en todo lo que hacemos, escuchamos, leemos y creemos.

Es la búsqueda de la excelencia, la cual está ligada ha hacer todo lo posible por mejorar nuestra calidad de vida, pensar correctamente y reaccionar sabiamente, lo que nos permite conservar la calma, reflexionar antes de hablar y disfrutar la vida. Por eso, camine despacio, observe los detalles, dé gracias a quien le sirve, aprecie el gesto amable y sea agradecido con Dios y con las personas.

Tenemos que aprender a contrarrestar los pensamientos negativos porque despiertan sentimientos confusos y podrían conducirnos a tomar decisiones erróneas. Si no intervenimos los sentimientos negativos, surgirá ansiedad y preocupación, produciendo desconsuelo y desánimo. Logramos conducir nuestros sentimientos negativos cuando aprendemos a elaborar la estrategia correcta, la cual nos permite encarar los retos y desafíos que todos vivimos.

No nos dejemos dominar por el desánimo; lo contrarrestamos analizando las alternativas que tenemos, evaluando las consecuencias de las decisiones que debemos tomar, buscando consejo, alejándonos de ambientes tóxicos, enfriando las emociones, acercándonos a personas que nos aman y siguiendo el plan elaborado. No se trata de tener una actitud evasiva, más bien debemos ocuparnos como corresponde, lo que nos permite estar alerta, elaborar una estrategia, aumentar nuestra fe y mantener viva la esperanza de un día mejor. Enfrentar sabiamente lo que vivimos, nos hace actuar preventivamente y tomar sabias decisiones.

Debemos aprender a ordenar y a estabilizar nuestras emociones. Esto es lo que podemos llamar guiar nuestro ser interior. Camine y haga ejercicio, es el mejor antidepresivo y nos ayuda a canalizar adecuadamente la frustración, el enojo y la tensión.

Es necesario que evaluemos lo que estamos pensando y sintiendo, planear lo que vamos hacer

y cambiar lo que debe cambiar.

En medio del proceso, debemos aprender a combatir los pensamientos negativos y sustituirlos por información alentadora, palabras de estímulo y oraciones que eleven el ánimo. Muchas veces necesitamos tomar el tiempo necesario para que el pensamiento se aclare, no adelantemos los acontecimientos, todo ocurre a su tiempo.

No trate de controlar las circunstancias que no puede cambiar y permita que las personas tomen responsabilidad de sus propias decisiones. Ponga su confianza en Dios y viva un día a la vez. Concéntrese en la solución y no en el problema. Remplace el enojo y la preocupación por la confianza y la esperanza. El tiempo no se adelanta, se vive. El futuro se sueña y lo anticipa la ilusión.

El estrés crece cuando sentimos culpa, tenemos mucho trabajo y poco tiempo para realizarlo, vivimos en un ambiente de agresión, dejamos que la preocupación supere nuestras energías o bien no descansamos lo suficiente. Lo contrarrestamos organizando nuestras tareas, definiendo prioridades, delegando lo que no podemos hacer, aprendiendo a decir «no» cuando las tareas sobrepasan nuestras capacidades o recursos, reconociendo nuestras limitaciones y enamorándonos de la vida y la familia.

Si aprendemos a canalizar el estrés, disfrutamos más lo que tenemos y vivimos, disminuimos el nivel de ira, alejamos la depresión, amamos y nos dejamos amar.

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