“Aprender a depender del Espíritu Santo”
sábado 30 abril 2016

“Aprender a depender del Espíritu Santo”

Así como Jesús dependió del Espíritu Santo para nacer vemos a través de Su ministerio que también dependió de Él para vivir. A cada paso decía: ‘Yo no hago nada que no vea a mi Padre hacer’, era el Espíritu Santo el que se lo mostraba; ‘Yo no digo nada que no oiga al Padre decir’; era el Espíritu Santo el que estaba dictándole a Jesús lo que tenía que proclamar o declarar. 

Él dependía del Espíritu Santo aún para ‘echar fuera demonios’, para cumplir con Su ministerio, para saber el momento exacto en que debería hacer algo o no. Aún cuando María le dijo que se habían quedado sin vino (San Juan 2), Jesús le respondió: “Aún no ha venido mi hora” (Verso 4). ¿Quién le marcaba el tiempo a Jesús? Era la guía del Espíritu Santo. 

También, cuando lo acusaron de ‘echar fuera demonios’ por el poder de Belcebú, dijo: “Y si yo echo fuera los demonios por Belcebú, ¿por quién los echan vuestros hijos?”. Cuando aprendo a depender del Espíritu Santo para tomar autoridad sobre el mal, para echar fuera demonios, para liberar a los que están atormentados, aún para traer libertad a mi vida de toda debilidad, de toda carnalidad, de todo poder del diablo que quiere tomar mi vida, ciertamente: el reino de los cielos se está acercando. 

Luego de ser bautizado, el cielo se abrió: (San Mateo 3:16-17). El Espíritu Santo descendió en forma corporal como de paloma y dice la Biblia que cuando descendió ese Espíritu sobre Jesús, Dios desde los cielos declaró: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia”. Uno pensaría: el Espíritu Santo impartió de Su gracia a Jesús, ahora va a abrir una iglesia, va a traer las multitudes, va a liberar a muchos oprimidos del diablo, pero vemos en la Palabra que el Espíritu Santo una vez que sale de las aguas, lo guía al desierto, a la soledad, al ayuno, a la renuncia, al sacrificio, al esfuerzo, lo lleva a pagar un precio; dice que el Espíritu Santo fue el que lo guió a Jesús para ser tentado por el diablo. 

Podríamos pensar: ‘¡ese no era el Espíritu Santo!’; ¿cómo el Espíritu Santo nos va a llevar a una tentación? Si aprendemos a depender del Espíritu Santo estaremos en el lugar correcto, el tiempo correcto, haciendo lo correcto y agradando a Dios en todo. Al ir al desierto estaba demostrando que Él dependía totalmente del Espíritu Santo. De hecho dijo: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. (San Mateo 4: 4). Esa Palabra es inspirada por el Espíritu Santo. Una vez que luchó con la ayuda del Espíritu Santo, y vinieron los ángeles y le servían, el Espíritu Santo aparece otra vez, y dice la Palabra que: “Y Jesús volvió en el poder del Espíritu a Galilea, y se difundió su fama por toda la tierra de alrededor”. (San Lucas 4: 14). 

Jesús aprendió a depender del Espíritu Santo. Era por la obra del Espíritu Santo en Jesús que Él echaba fuera demonios, sanaba los enfermos y hacía las obras que veía a Su Padre hacer. De la misma manera en que Jesús dependía para todo lo que hacía, cada uno de nosotros tenemos que aprender a depender del Espíritu Santo. Ese Espíritu nos dará el poder para vivir, para echar fuera demonios, para sanar enfermos, para hoyar serpientes, escorpiones, para vencer toda fuerza del mal, toda tentación del diablo. ¡Obtendremos la victoria si aprendemos a depender del Espíritu Santo! 

Así como lo hizo José estando en Egipto, que el Faraón le pregunta: ¿cómo es esto? Y él responde: ‘no está en mí; será Dios el que me dará la respuesta’. El Espíritu Santo le trajo la revelación de qué significaban esas siete vacas flacas y esas siete vacas gordas, y de las espigas, hasta le dio la estrategia de cómo podía sobrevivir el pueblo cuando viniese esa gran calamidad. Porque cuando uno aprende a depender del Espíritu Santo para vivir, vivirá una vida dentro del plan perfecto de Dios. Vivirá una vida donde no habrá sorpresas porque el Espíritu Santo nos muestra todo lo que ha de venir. 

No viviremos una vida de debilidad, de vergüenza, de oprobio, porque el poder del Espíritu Santo se manifestará en nosotros y seremos testigos de Dios, productores de evidencia donde quiera que vayamos. ¡Dios nos dará ese poder a cada uno de nosotros! Mi oración es que clames y le pidas a Dios que derrame más de Su Espíritu Santo sobre tu vida. La iglesia primitiva fue perseguida, luego de ese primer derramamiento en Hechos 2; les prohibieron predicar en el Nombre del Señor, los azotaron como azotaron a Jesús, los encarcelaron (como a Juan el Bautista), y saliendo de ahí fueron y se congregaron y dijeron: “Señor mira sus amenazas y concede que tu siervos sean llenos del Espíritu Santo y con valentía proclamen tu Palabra”. Luego de orar, dice la Biblia, que el lugar donde estaban tembló, y fueron ‘llenos del Espíritu Santo y hablaban con denuedo la Palabra de Dios y gran poder se manifestó a través de los apóstoles que daban testimonio de la resurrección de Jesucristo y abundante gracia era sobre todos ellos”. Si aprendemos a depender del Espíritu Santo para vivir seremos transformados de gloria en gloria por Su obra.

Señor: reconozco que solo no puedo; necesito de Tu gracia, necesito de Tu poder, de Tu unción; necesito la guía de Tu Espíritu Santo a cada paso de mi vida. Así como el Espíritu Santo lo guió a Jesús y lo llevó a la tentación y volvió en el poder del Espíritu, y la iglesia primitiva recibió el poder para ser testigo y fueron llenos y hablaban con denuedo la Palabra de Dios, yo te pido que ese gran poder se derrame sobre mí. 

Que haya abundante gracia sobre mí, para que yo también pueda ser testigo de la virtud, del poder y de la gracia que solo viene de Ti. Te consagro mi vida en esta hora y me dedico a depender completamente del Espíritu Santo, en el Nombre de Jesús. Amén y amén.

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