PROTEJAMOS NUESTRA CASA DEL MAL
jueves 7 febrero 2019

PROTEJAMOS NUESTRA CASA DEL MAL

Hace unos años, en un llamado al altar al finalizar el culto, un joven de 18 años me abrazó llorando. Se lo veía quebrantado, humillado, arrepentido. Al preguntarle cuál era su problema, me contestó que el día anterior había matado a su vecino. Esa mañana había leído en el diario sobre la pelea de dos jóvenes. Tenía frente a mí a qien había terminado con la vida de otro chico de solo 17 años, por la esclavitud de la violencia de este tiempo.

Hace 3.500 años Egipto estaba recibiendo plagas devastadoras. Dios no se quedó quieto sino que proveyó un poderoso instrumento para proteger a su pueblo: la sangre de un cordero. “El animal será sin defecto, macho de un año; lo tomaréis de las ovejas o de las cabras. Y tomarán de la sangre, y la pondrán en los dos postes y en el dintel de las casas que han de comer. Y la sangre os será por señal en las casas donde vosotros estéis; y veré la sangre y pasaré de vosotros, y no habrá en vosotros plaga” Éxodo 12:5, 7, 13a)

Nuestras ciudades son azotadas por las plagas del siglo XXI: violencia, pobreza, deudas, desocupación, divorcios, drogadicción, depresión, soledad, perversiones, consumismo. Los hogares están esclavizados por estas plagas modernas. La protección para cada casa de Argentina contra toda influencia del mal sigue siendo la misma que entonces: la sangre de Jesús.

Juan 1:36 dice “He aquí el Cordero de Dios”. Jesús es el Cordero pascual. Los israelitas en Egipto, sin saberlo, estaban proféticamente señalando a Cristo. Necesitamos tomar de su sangre para proteger nuestra casa de todo mal.

De la misma manera que en las casas de los hijos de Israel había luz, mientras las tinieblas cubrían Egipto, también en las casas donde apliquemos la sangre de Jesús habrá protección sobrenatural.

En un mundo enfermo, en una época donde padres, hijos, obreros, patrones, docentes, gobernantes, no encuentran solución a los problemas modernos, podemos asegurar que en Jesús y por su sangre tenemos libertad de toda esclavitud.

¿Qué tenemos que hacer? Aplicar la sangre de Jesús en nuestras casas, sobre nuestros hijos, sobre nuestros bienes, sobre nuestros negocios, sobre nuestra salud. Y se cumplirá la promesa “Ninguna enfermedad de las que enviaré a los egipcios te la enviaré a ti”.

No solamente podemos experimentar en nuestras casas la libertad que solo los hijos de Dios pueden tener, sino que debemos invitar a nuestros amigos, vecinos, familiares y compañeros a que hagan lo mismo. La gente no sabe cómo protegerse y busca sustitutos que no hacen más que complicarles las cosas. Quienes te rodean quieren entrar en el Reino, pero no encuentran la puerta. Así como Moisés les señaló a los israelitas la sangre del codero, nosotros debemos señalar la sangre de Jesús. Argentina será sana si cada una de las casas de su territorio es sanada. 

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