“El secreto para un matrimonio exitoso”
lunes 1 agosto 2016

“El secreto para un matrimonio exitoso”

El desafío de Dios para nosotros los pastores es que le demos una atención a nuestra familia prioritaria sobre la iglesia. Dios es terminante “…pues el que no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo cuidará de la Iglesia de Dios?” Lamentablemente muchos pastores no cumplen este orden de prioridades puesto por Dios. Y vemos matrimonios pastorales desdichados, estresados y amargados. Hijos de pastores que no quieren congregarse porque perciben la dualidad entre la vida pública y privada de sus padres. Matrimonios pastorales que no pueden alcanzar logros ministeriales, económicos ni de otro tipo, porque no entran en el poder del acuerdo.

Obviamente la responsabilidad no es solamente de los esposos. Porque lo contrario a las confrontaciones es el poder del acuerdo. Y el acuerdo requiere de ambas partes. La cuestión es ¿cómo entrar en el poder del acuerdo, que hace que todo lo que pidamos nos sea hecho? Porque las diferencias entre el hombre y la mujer son más que evidentes. Pensando en estas diferencias, Emerson Eggerichs, dice con acierto que frente a una misma situación, el hombre y la mujer pueden ver la realidad de maneras completamente diferentes. Para decirlo en colores, el varón mira las situaciones con anteojos celestes mientras que la mujer lo hace con anteojos rosados. No sólo tú y tu conyugue ven la realidad con lentes diferentes, sino que oyen con auriculares diferentes también. Ella rosados, El, celestes.

Cuando uno oye a una mujer decir “No tengo qué ponerme” ¿qué es lo que quiere decir? Ella está

diciendo “No tengo nada nuevo para el culto del domingo”. Pero el hombre cuando dice “no tengo qué ponerme” lo que está diciendo es “no tengo ninguna camisa planchada o limpia para el culto del domingo”. Esto es sólo un ejemplo sencillo de que todos vemos las cosas desde nuestras percepciones y necesidades. Así es que muchas veces sucede que lo que tú dices no es lo que tu cónyuge oye, y viceversa.

El problema que está detrás de esto, es que estamos centrados en nosotros mismos, en nuestras necesidades, en nuestras expectativas, y pasamos por alto las necesidades y expectativas del otro.

Por eso sólo podemos percibir la realidad con nuestros anteojos y auriculares de nuestro propio color. ¿Cuál es la necesidad esencial, principal, básica y constante de tu cónyugue? La que siempre tienes que tener en cuenta y satisfacer. La que no puedes pasar por alto.

EL GRAN SECRETO: EL TESORO PARA TU MATRIMONIO

Hay un tesoro enterrado. Si eres capaz de verlo hoy, y vender todo lo que tienes por comprar ese terreno, te vas a quedar con el tesoro. Es un tesoro, está en La Biblia, y está “enterrado en Efesios 5:33: “cada uno de vosotros ame también a su mujer como a sí mismo; y la mujer respete a su marido”.

La Biblia nos dice claramente que la necesidad esencial de una mujer es sentirse amada por su esposo, y que la necesidad básica del hombre es sentirse respetado por su esposa.

Por supuesto que la mujer también necesita sentirse respetada y el hombre amado, pero la necesidad esencial, primaria, básica de la mujer es el amor y del hombre, el respeto.

Los estudios de marketing demuestran que la inmensa mayoría de las tarjetas de amor las compran las mujeres. Te va a costar mucho encontrar una tarjeta que diga “Cariño, te respeto y valoro” Ella compra una tarjeta como si se la regalara a ella. ¿Qué quisiera ella escuchar de su esposo? “Te amo”. Y cuando compra una tarjeta para su hombre, lo que quiere es expresarle lo que ella le gustaría recibir. “Te amo”. Pero el varón no se da cuenta de esto. Y no le da mensajes que la hagan sentir a ella amada, que es especial.

Así como con las tarjetas podemos ver la necesidad básica del hombre en el ámbito clásico, el fútbol. ¿Alguna vez escucharon la arenga que un DT le hace a sus jugadores? Palabras más, palabras menos, les dice “Muchachos, yo creo en ustedes. Creo más que lo que ustedes creen en ustedes mismos. Levanten la cabeza, mírenme. Yo sé lo que ustedes valen y pueden. En este primer tiempo su rendimiento fue pésimo, pero eso no son ustedes. Ustedes tienen todo para dar vuelta este partido. Demuestren quiénes son y lo que pueden” ¿Por qué les dice esto a esos 11 varones y no les dice “muchachos, ustedes saben que los amo, y que ustedes son como un capullito de rosa para mí…”? ¡No! Porque no es lo que ellos necesitan oír, sino que precisan saber una y otra vez que pueden, que valen, que son admirados y valorados.

Porque así nos creó Dios, celeste y rosa. Pero también nos creó con la capacidad de amar, es decir, de pensar más en el otro que en mí, en sus necesidades más que en las mías. Y esto no es una elección para un cristiano. Es un mandamiento. Porque si no entramos en una relación que día a día se va enfriando, deteriorando, y cada vez más ella siente que su esposo la ama menos y el cada día se siente menos valorizado. Se produce un círculo vicioso destructivo. Ella no se siente amada y reacciona y no da respeto. Y él no se siente respetado y valorado y reacciona y no demuestra amor. Y el círculo no se detiene.

Y ambos quedan envueltos en cuestiones que no son la cuestión. Porque la cuestión de fondo no es el problema porque están discutiendo, sino que el problema es siempre el mismo: amor y respeto. Por eso es que Dios nos presenta este tesoro a modo de mandamiento. El mandato al hombre de amar a su mujer. Y el mandato a la mujer de respetar a su marido. Porque al hacerlo, cada uno estará satisfaciendo la necesidad primaria, básica del otro.

El tesoro de Efesios se convierte en tu tesoro cuando tú lo vives sin esperar que el otro lo haga primero. Es la única manera de romper con el círculo vicioso destructivo y empezar un círculo virtuoso de bendición. Y queridos consiervos, ninguno de ustedes tiene opción. Por eso es un mandato bíblico. A pesar de que ella no te esté dando respeto, tú en lugar de reaccionar vas a empezar a demostrarle amor. Porque Dios te lo manda. Y tú, pastora, vas a demostrarle respeto a tu marido aun cuando él no esté obedeciendo el mandato de manifestarte amor. Tu obediencia va más allá de tu cónyuge. Es una cuestión primeramente con Dios.

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