“BIEN ENOJADOS”
Uno de los grandes desafíos de la vida es aprender a enojarnos bien. El enojo no es algo malo. De hecho, el problema de muchas personas es que ¡nunca se enojan! En realidad sí se enojan, pero no pueden expresar sanamente su bronca. La tragan. La van acumulando y tarde o temprano explotan.
¿Cómo cultivar el arte del sano enojo? Te comparto algunos consejos para aplicar a tu matrimonio. Son diez “jamás” para mantener tu enojo en zona segura. El matrimonio es el ámbito en el que el enojo hace sus mayores estragos. Lo que empieza con un simple desacuerdo conyugal se transforma en gritos, insultos, y lamentablemente en muchos casos termina en golpes. Por eso la Biblia dice que cuando nos enojamos no tenemos que darle lugar al diablo. Cuando violamos alguno de estos diez “jamás” el diablo toma control de nuestro enojo y produce lo que a él más le gusta: destrucción.
1. Jamás voy a agredir físicamente a mi pareja
De más está decir que una agresión física, por pequeña que sea, es el inicio del fin de cualquier relación. Traspasar el límite de la agresión física es abrirle de par en par las puertas al diablo. La violencia no solo destruirá tu matrimonio sino también tu propia vida. Decenas de personas terminan tras las rejas por violencia familiar.
2. Jamás voy a romper objetos
Otra forma de violencia es la ruptura de objetos: pegarle a la pared, estrellar un jarrón contra el piso, tirar el velador, arrojar un plato. Claro que es mejor pegarle a la pared que pegarle a tu pareja. Pero de la pared a tu pareja hay solo unos metros de distancia; muchos golpeadores se iniciaron pegándole fuerte a la mesa. Algunos dicen “es que necesito descargar la tensión”. ¡No tenés que llegar a semejante punto de tensión! No hay problema, por grande que sea, que justifique una reacción así.
3. Jamás voy a insultar a mi pareja
Muchas veces la agresión no es física sino verbal. Y la agresión verbal es tan dañina como la física. Insultar a alguien no es solo decirle malas palabras. También es atacar su identidad. Si le digo a mi pareja “sos una mentirosa” (en vez de decirle “me mentiste”) o “sos un rencoroso” (en vez de decirle “te cuesta perdonarme”), estoy rotulándola como tal. Estoy atacando su identidad. Al usar la palabra “sos” declaro una maldición que afecta negativamente su vida y acrecienta el enojo en ambos.
4. Jamás voy a despreciar a mi pareja
A veces no hay insultos pero sí desprecio, expresado en gestos o en el tono de voz. Hay personas que asumen una actitud arrogante; parecen superadas, cómo si no les importara lo que están discutiendo. Saben que con esa actitud aumentan el enojo de su pareja. Ésta también es una forma silenciosa y sutil de agresión.
5. Jamás voy a levantar el tono de voz demasiado alto
Normalmente al enojarnos levantamos el tono de voz. Y no hay problema en hacerlo ya que es una manera natural de desahogarnos. El problema aparece cuando el tono fuerte se transforma en gritos. Gritar es agredir. Es querer imponerme y controlar al otro.
6. Jamás voy a apelar a cuestiones del pasado
En momentos de enojo es común que nuestra memoria comience a buscar argumentos a nuestro favor: viejas peleas, viejos errores de nuestra pareja, viejos actos de bondad personal. Sacamos viejos trapitos al sol, que lejos de mitigar el fuego del enojo lo alimentan. Al tema puntual sobre el que estábamos discutiendo se le suman cientos de temas irresueltos del pasado. Y de esta forma la discusión se transforma en una maraña imposible de desanudar.
7. Jamás voy a mentir
También es común que al buscar argumentos a nuestro favor inventemos cosas, tergiversemos cosas o agrandemos cosas. Cuando estamos enojados solemos perder la objetividad. El enojo nos ciega y nos cuesta distinguir lo que es verdad de lo que es mentira. Es como si en el afán por tener la razón y ganar la discusión justificáramos cualquier argumento a nuestro favor, aún los falsos.
8. Jamás voy a extorsionar a mi pareja
Aquellos que tienen una personalidad manipuladora tienden a extorsionar a sus parejas cuando discuten. Amenazan a su cónyuge o le proponen tratos extorsivos. Dicen cosas como “ya vas a venir a pedirme perdón, y cuando lo hagas vamos a ver si te sigo queriendo” o “no pienso llamarte ni dirigirte la palabra hasta que no reconozcas que estás equivocado”.
9. Jamás voy a escaparme orgullosamente de la discusión
Muchas personas son incapaces de discutir sanamente, como gente adulta. Y cuando la pelea se poner tensa abandonan el lugar a los gritos, o dando un portazo. Diferente es el caso de aquellos que deciden pasar a un “cuarto intermedio”, es decir tomarse algunos minutos a solas para calmarse y pensar en frío. Esto es algo bueno, cuando es concensuado por ambos y se hace sin gritos ni portazos. Pero decidir escaparse caprichosamente de una discusión nunca soluciona el problema, por el contrario lo agranda.
10. Jamás voy a involucrar a otros en la discusión
Otra manera de escaparse de la discusión es involucrar a terceros. Algunas personas levantan el teléfono en medio de la pelea y llaman a un pariente o a un amigo, para que aporte argumentos a su favor o para que aclare algún asunto del que están riñendo. Los usan como “testigos” de la causa. Esto también, lejos de ayudar empeora la situación.
Jesús dijo “felices los que trabajan por la paz…” (Mateo 5:9). Y la primera paz por la que tenemos que trabajar es nuestra propia paz interior. El enojo es una alteración de esa paz. Ser pacificadores significa aprender a canalizar positivamente nuestro enojo, sin que pase a mayores. ¡Bendigo tu trabajo por la paz y oro para que seas siempre una persona “bien enojada”!