DOBLE CIUDADANÍA
domingo 2 diciembre 2018

DOBLE CIUDADANÍA

Quienes seguimos a Jesús poseemos una especie de ciudadanía doble. Vivimos en un reinoexterno de familia, ciudades y nacionalidad, en tanto que simultáneamente pertenecemos al reino de Dios.

Jesús honró la dignidad de las personas, estuviera o no de acuerdo con ellas. No iba a fundar su reino sobre la base de la raza o la clase social u otras divisiones de esa índole. Todos, incluso una mestiza con cinco maridos o un ladrón que moría en la cruz, eran bienvenidos a unirse a su reino. La persona era más importante que cualquier categoría o etiqueta.

Me siento acusado por esta cualidad de Jesús cada vez que participo en una causa en la que creo con firmeza. Qué fácil es adherirse a la política de la polarización, encontrarse gritando contra el "enemigo" desde piquetes de manifestantes. Qué difícil es recordar que el reino de Dios me llama a amar a la mujer que acaba de salir de una clínica de abortos (y sí, incluso a su médico), a la persona promiscua que está muriendo de SIDA, al rico propietario que está explotando la creación de Dios. Si no puedo amar a esas personas, entonces me debo preguntar si he entendido en realidad el evangelio de Jesús.

Los movimientos políticos, por su misma naturaleza, establecen límites, distinguen, juzgan; por el contrario, el amor de Jesús pasa por encima de los límites, trasciende las distinciones y otorga gracia. Independientemente del valor intrínseco de un asunto dado - ya sea un grupo derechista de cabildeo en favor de la vida o un grupo izquierdista de cabildeo por la paz y la justicia - los movimientos políticos corren el riesgo de revestirnos del manto de poder que sofoca el amor. De Jesús aprendo que, sea cual fuera el movimiento activista en el que participe, no debe excluir el amor y la humildad, o de lo contrario estoy traicionando al reino de los cielos.

Hay que hacer frente a los asuntos con que se enfrentan los cristianos en una sociedad secular y hay que legislar sobre ellos, y la democracia le brinda al cristiano todas las oportunidades para expresar lo que piensa y siente. Pero no nos atrevamos a invertir tanto en el reino de este mundo que olvidemos nuestra tarea principal de presentar a las personas una clase diferente de reino, fundado solamente en la gracia y el perdón de Dios.

Aprobar leyes que hagan respetar la moral desempeña una función necesaria, detener el mal, pero nunca resuelve los problemas humanos. Si de aquí a un siglo todo lo que puedan decir los historiadores acerca de los evangélicos es que defendieron los valores de la familia, entonces habremos fracasado en la misión que Jesús nos dio para que la cumpliéramos: dar a conocer el amor reconciliador de Dios por los pecadores

En realidad, el reino de Dios crecerá en la tierra a medida que la Iglesia vaya estableciendo una sociedad alternativa que demuestre lo que el mundo no es pero un día será. Una sociedad que acoge a personas de todas las razas y clases sociales, que se caracteriza por el amor y no por la polarización, que se preocupa sobre todo por sus miembros más débiles, que defiende la justicia y la rectitud en un mundo fascinado con el egoísmo y la decadencia, una sociedad en la que los miembros compiten por el privilegio de servirse unos a otros; esto es lo que Jesús quiso decir con “el reino de Dios”.

(EXTRAÍDO DEL LIBRO “EL JESÚS QUE NUNCA CONOCÍ”)

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