DIOS ESTÁ LISTO PARA EXTENDER SU MANO
Aquella Iglesia pidió denuedo y milagros. Y Dios respondió llenándolos del Espíritu Santo.
En medio de las pruebas que soportaban, el flamante grupo de creyentes de esa primigenia Iglesia, pidió sabiamente a Dios ser fortalecidos para seguir predicando el evangelio. Porque no debemos esforzarnos más que en llevar adelante la misión encomendada por el Señor: a toda criatura, hasta lo último de la Tierra, a todas las naciones. Lo que predicamos es la verdad. Superamos la timidez, el temor a la gente o las circunstancias. Este denuedo, esta firme convicción está sostenida por la fe, por la experiencia personal con Cristo. Hay en el creyente un fuego interior que lo impulsa. El Espíritu Santo siempre responde a la predicación sincera. El que predica, aunque a veces se sube a un estrado, no por eso está por encima de los demás. Es saludable reconocer que cada uno atraviesa un proceso de madurez y perfección. La meta es llegar a la medida y la estatura de Cristo.
Dios extiende su mano con sanidades, señales y prodigios en respaldo a una Iglesia que con denuedo habla La Palabra.
La Iglesia somos nosotros, los creyentes unidos por el Espíritu Santo. El poder y la gloria pertenecen al Señor. Su amor y su misericordia acuden a la proclamación de su Palabra. Sanidades, señales y prodigios estarán evidenciados como resultado de la predicación. Marcos 16:17-18 es contundente en los dichos finales de Jesús: “Estas señales acompañarán a los que crean...”. Entre muchos textos similares encontramos Hechos 4:4: “… muchos de los que oyeron el mensaje creyeron...”. Uno de los resultados milagrosos de la predicación es la salvación del perdido que escucha La Palabra de Dios. Cuando su mano se moviliza es muy impactante verificar también milagros en la salud, la familia, la economía, etc. El evangelio siempre produce resultados milagrosos. Nunca estarás solo, ¡la poderosa mano del Señor es tu sostén!
La mano de Dios se extenderá apenas salgamos a compartir con las personas a nuestro alrededor.
Todo tiempo es bueno para testificar. Esta puede ser tu hora; hay un protagonismo para cada uno. Apartemos un tiempo de nuestra agenda para prepararnos en oración, estudiando La Palabra, conociendo métodos eficaces de testificar. Allí está tu vecino, ese compañero, aquel prójimo circunstancial. Tanta gente necesitada te rodea y, tal vez, solo te tengan a ti para escuchar el mensaje de salvación. ¡Ánimo! Es aquí y ahora y Dios te concede valor, atrevimiento, audacia (denuedo). Te aseguro que te vas a asombrar de lo que Dios hará como resultado de hablar de Cristo. Un mundo necesitado nos espera. El poder del Espíritu Santo obrará desde tu voz. Por tanto habla, no te calles, el Señor te impulsa.