Desafíos para la predicación actual
Los comunicadores y los predicadores de hoy tienen que ser mejores que los de dos generaciones anteriores. He aquí por qué. Hace una o dos generaciones tú podías predicar y decir en esencia: «La Palabra de Dios dice», y seguías con tu mensaje. El noventa y cinco por ciento de esa audiencia aceptaba el fundamento sobre el que estabas edificando ese mensaje. Hoy no sucede esto. Hoy, antes de que puedas convencer a la congregación de la integridad de la Biblia, tienes que convencer a la congregación de la integridad de tu vida. Los predicadores de hoy primero tienen que transmitirlo mediante sus acciones y vida, su carácter, su conducta. Si esa audiencia acepta eso, entonces dice: «Está bien, ahora estoy dispuesto a ver el mensaje de la Biblia». Eso no era así antes. Así que creo que nos obliga a vivir una vida más piadosa y santa.
En los últimos diez o doce años ha habido una caída moral en el clero. Una de las pocas cosa buenas que esto ha traído como resultado es que ha logrado que no seamos tan arrogantes —tal vez «asustados» sea una palabra mejor— más humilde, tal vez mucho más lentos para permitir que alguien nos ponga en un pedestal. Hoy hay menos juegos de roles.
Esta es la transición que estoy viendo. Esto es lo que en verdad me entusiasma. El domingo pasado visité la iglesia de Randy Pope [iglesia presbiteriana del perímetro] porque ahora estamos en Atlanta. Él tiene más de tres o cuatro mil personas. Ahí tenemos a un hombre muy cerebral, buen pensador. Tremendo carácter e integridad en su vida. Lo ví abrir la Palabra con mucho cuidado. Me siento muy satisfecho de este joven que, con verdadera integridad, pesa con mucho cuidado sus palabras a esta congregación. Y la razón por la que lo hace es porque sabe que allí hay un espíritu de cuestionamiento, por lo que debe estar en lo correcto. Hay algunas diferencias en los tiempos, algunas diferencias importantes. Pero creo que esto nos hace predicar mejor, estamos comunicando mejor.
Una cosa más: Si el mensaje no es relevante, las personas no tendrán pasión para seguirlo. Hubo un tiempo en que solo la pasión atraía a las personas. Ahora sienten pasión —sus corazones se apasionan con Dios— solo cuando ven la relevancia del mensaje. Los pastores deben confiar un poco más en sí mismos fuera del ambiente de la iglesia. Necesitamos tomar lo que está sucediendo y dónde está la cultura. Me gustaría que el mundo fuera capaz de entrar en la iglesia y sentirse cómodo, no porque se han hecho concesiones en el mensaje, sino porque es relevante y hay pasión que proviene de esa relevancia; los corazones que se apasionarán y moverán y la convicción que se produce tienen como base el hecho de que el mensaje se relaciona con la cultura. Logra la conexión con las personas.
Ahora que no soy pastor, voy a las iglesias y escucho predicar más de lo que acostumbraba. Y creo que yo fui un poco ingenuo. Pensaba que la predicación estaba un poco mejor de lo que está. Y cuando escucho a esos pastores muchas veces quiero levantarme y preguntar: «Detente un momento, ¿a quiénes les estás hablando? No estás logrando la conexión, pero tienes un gran mensaje. Demos marcha atrás por un momento. ¿Cómo vamos a tomar lo que estás diciendo y conectarlo con Pepe que está allí?» Falta un poco de percepción, creo, de dónde están las personas en su viaje y qué les está sucediendo. La verdad, unida a la relevancia, hace que un mensaje sea ardiente. La relevancia sin verdad no tiene convicción ni poder para cambiar. La verdad sin relevancia no logra la conexión. Así que yo insto a los pastores a que dediquen más tiempo con el mundo. No para ser mundanos sino para dedicar más tiempo en el mundo y saber a quién estamos tratando de alcanzar con este buen mensaje que tenemos.
Extracto del libro Predicación poderosa de Michael Duduit (978-0-8297-5105-5) ©2006 por Editorial Vida.