GEORGE GRENFELL UNA LUZ EN LA OSCURIDAD DEL CONGO
domingo 28 junio 2020

GEORGE GRENFELL UNA LUZ EN LA OSCURIDAD DEL CONGO

En su juventud, tras culminar la escuela, centró sus esfuerzos en involucrarse en el trabajo de la Iglesia y le llamó la atención la labor del misionero. Después, en setiembre de 1873, ingresó al Baptist College de Bristol para estudiar con miras a convertirse en misionero del Señor.

Después de un año de capacitación, Grenfell fue aceptado por la Sociedad Misionera Bautista para servir en África. Una semana antes de la Navidad de 1874, el predicador partió del puerto de Liverpool, acompañado por el misionero Alfred Saker, con destino a Camerún.

En Camerún, el evangelizador se preparó durante tres años para realizar su labor en el Congo. Su centro de adiestramiento estuvo ubicado en la ciudad de Akwa Akpa. Allí conoció de cerca el salvajismo que predominaba, en aquel tiempo, en la costa occidental africana.

Con los instintos de un pionero, el siervo se trasladó en canoa asiduamente a lo largo de diversas vías fluviales con el objetivo de ganar la confianza de la gente. Muy pronto, se convenció de la ventaja de avanzar hacia el interior de África.

Seiscientas millas al sur de Camerún, donde Grenfell inició su vida misionera, el ingreso del río Congo al Atlántico esperaba la llegada del Evangelio. Sin embargo, y aunque la boca de este gigante fue descubierta por los portugueses en el siglo XV, poco o nada se sabía de su curso. A cien millas del mar, la navegación estaba prohibida por una región de cataratas, luego de la cual los mapas estaban en blanco.

El 9 de agosto 1877, todo esto cambió. El explorador Henry Stanley, tras mil días de periplo, llegó a la boca del Congo después de haber pasado por los lagos Victoria y Tanganica, y el río Lualaba. Entre otros descubrimientos importantes, el buscador mostró que había, más allá de la región de las cataratas, mil millas de vías navegables.

Entonces, cuando los descubrimientos de Stanley se hicieron conocidos, la Sociedad Bautista Misionera instruyó a Grenfell para que se dirigiera a la cuenca del Congo y abriera nuevos caminos. En julio de 1878, el predicador desembarcó en la entrada del río, donde fue recibido por los miembros de una casa comercial holandesa.

Luego de proseguir con su viaje, el evangelista llegó a San Salvador, donde conoció al rey del Congo, y más tarde, cuando intentaba continuar su periplo, sufrió la hostilidad de los nativos, que le impidieron persistir en su travesía.

Durante 1882, bajo el amparo financiero de Robert Arthington, un filántropo británico, el predicador supervisó la construcción de una embarcación, bautizada como La Paz, de 78 pies de largo, destinada a llevar las Escrituras a miles de seres humanos que desconocían el cristianismo y vivían de espaldas al Señor.

En diciembre del mismo año, el trabajo culminó y el misionero llevó el barco desmontado al África junto con un grupo de ingenieros. En suelo africano, sin mayor apoyo, debido a la muerte de sus acompañantes, Grenfell tuvo que emprender la tarea de unir la nave personalmente con la guía divina de Jesucristo.

El armado del vapor, conocido después como “el barco de Dios”, fue producto de la oración y de la fe en el Todopoderoso que hizo posible que se juntaran las piezas después de un arduo y laborioso trabajo. “Ella vive, ella vive”, gritaron los nativos cuando vieron que la nave se movía en el agua.

Luego del viaje inaugural de La Paz, Grenfell exploró varios de los principales afluentes del Congo y visitó un sinfín de extrañas y salvajes tribus a las que predicó el Evangelio de Cristo. Entonces, empezó una labor que lo condujo a establecer una serie de enclaves misioneros desde donde se irradió la luz del cristianismo.

El ministro del Creador, que se enfrentó al pecado, el alcoholismo, el salvajismo, la brujería y el canibalismo en sus viajes misioneros, sufrió por la tiranía impuesta por el imperio colonial belga, regido por el rey Leopoldo II de Bélgica, quien gobernó con mano de hierro esta parte de África entre 1884 y 1908.

En 1887, después de la muerte de seis misioneros y en medio del régimen opresor desatado por Leopoldo II, Grenfell desplegó una importante labor cristianizadora que le permitió derramar el mensaje de Jesús en gran parte de la cuenca del Congo. Desde la cubierta del navío La Paz predicó sin cesar la Palabra durante tres años.

En la ciudad de Bolobo, urbe que hoy forma parte del territorio de la República Democrática del Congo, el predicador vivió uno de sus primeros triunfos para el Señor el 3 marzo de 1889. Aquel día, en compañía de setenta nativos, celebró un servicio bautismal en el que cosechó las primeras almas congoleñas para Dios.

Tiempo después, en 1890, el imperio colonial belga requisó la embarcación La Paz por intermedio de una cuestionada medida que despertó inmediatamente el malestar del misionero. Entonces, incómodo con el accionar de Leopoldo II y sus funcionarios, fue a protestar a Inglaterra y logró que la nave le fuera devuelta.

En 1891, con el consentimiento de sus superiores, Grenfell fue nombrado comisionado para delimitar la frontera entre las posesiones de Bélgica y Portugal. En esa misma época, protestó ante el monarca belga por la mala administración de sus empleados, que habían construido con sangre nativa un feudo cimentado en el caucho.

De regreso a Bolobo, en setiembre de 1892, el pastor evangélico se concentró en la edificación de un nuevo buque misionero, que fue llamado La Buena Voluntad, traído desde Inglaterra un año antes. Al finalizar su labor, tomó las riendas de esta embarcación que se unió a La Paz en las tareas evangelizadoras del Congo.

Fiel al Salvador, Grenfell estableció una imprenta en Bolobo en 1894 y miró con beneplácito el crecimiento de su obra. Un par de años después, tuvo la alegría de establecer un nuevo centro misionero en Yakusu, comunidad aborigen ubicada cerca de las cataratas Boyoma, que rápidamente se transformó en una puerta del cielo.

Testigo de torturas, mutilaciones y del yugo belga, el misionero nunca dejó de abogar por los derechos de los nativos y preocuparse por su bienestar. Sin embargo, sus reclamos jamás tuvieron eco. Además, en 1890, su salud se resquebrajó y tuvo que retornar a Gran Bretaña. Sin embargo, en noviembre de 1901 regresó al Congo.

En sus últimos cinco años al servicio del Señor y pese la creciente hostilidad de las autoridades belgas que le pusieron innumerables trabas para realizar su trabajo cristianizador, el enviado de Dios cosechó los frutos de su loable quehacer evangélico. En medio de muchas penas, observó el crecimiento del pueblo de Cristo.

En 1902, dichoso del poder de Jesús, atestiguó que en Bolobo muchos profesaban el cristianismo y que había signos de que vendrían buenos tiempos. Asimismo, en aquellos días, escribió: “Ha transcurrido mucho tiempo desde que navegué por primera vez en las aguas del río Congo y fui expulsado a punta de lanzas. Hoy, la situación es completamente diferente”.

Fortalecido por su fe, Grenfell, antes de marcharse al cielo, exploró el río Arawimi, que discurre por África Central hasta llegar a unos ochenta kilómetros de Uganda. En otro viaje, ascendió por encima de las cataratas Boyoma, recorrió las aguas del río Lualaba y arribó a la localidad de Nyangwe.

El 1 de julio de 1906, después de luchar durante varias semanas contra la fiebre, George Grenfell partió a la presencia de Dios cuando se encontraba en plena labor misionera. Antes de morir, el misionero solicitó a sus asistentes que oraran por él y les dijo: “Jesús es mío. Dios es mío”. Tras fallecer, la inspiración de su amor por Cristo quedó regada por el Congo.

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